año 1998.
Os agradezco de haberos acordado, de nuevo una vez, del día de mi nacimiento en
este mundo y os estoy profundamente agradecido por vuestras expresiones
aureoladas de fraterno y filial afecto.
Con tristeza y amargura, constato que Giorgio BONGIOVANNI continua a atribuirme
una paternidad espiritual que, de hecho, ha completamente cesado de existir.
Dentro del máximo respeto de la independencia operativa y divulgativa por él
querida, tengo que precisar que NO COMPARTO NADA DE CUÁNTO ÉL PUEDA
DESARROLLAR.
Deseándoos que estéis entre los pocos “llamados para ser elegidos”, os envío
todo el inmutado bien de mi corazón y toda la fraterna gratitud de mi Espíritu
devoto a vosotros.
Vuestro
Eugenio.