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lunes, 1 de julio de 2013

CARTA DE DESPEDIDA A LOS ESTUDIOSOS.

 


CARTA DE DESPEDIDA A LOS ESTUDIOSOS.

ES VERDAD QUE POR AMOR A LA VERDAD ES NECESARIO SABER SOPORTAR Y SUFRIR SILENCIOSAMENTE, CON EXTREMO CORAJE Y CON TANTO INFINITO AMOR.

En estos años, por Amor a una de las más grandes verdades de nuestro tiempo, he soportado y sufrido silenciosamente con un coraje, con un Amor y con una Fe que no han conocido ni obstáculos ni condiciones.
Así lo he hecho, porque la Verdad que benignamente el Tiempo y los Cielos me han concedido y materialmente revelado, merecía y siempre merece el más grande de todos los sacrificios.

En verdad, la lucha ha sido docente, titánica con durisimos esfuerzos morales y materiales, pero mi Alma ha sido siempre, en cada caso particular, aconsejada, socorrida, vivificada y consolada por un Amor que pocos hombres sobre la Tierra han tenido el privilegio de sentir y apreciar su Valor y su Importancia.

He hecho lo que humanamente era posible hacer, con pureza de animo y sinceridad de corazón, sin pedir nada y sin formalidad de ningún tipo.
Las Almas Pías, Justas y Generosas son mis testigos ante el Juicio de Dios.
He tenido cercanos también a aquellos que son más queridos a mi corazón, sin contar los sutiles enemigos tentadores; pero en compensación de tanta adversidad, he tenido constantemente a mi lado la inconmensurable prodigiosa Consolación del Amor de Dios, de Sus Ángeles y de Almas queridas que me han creído y juntos luchado y sufrido por esta Verdad.

Los Hermanos de la Crística Conciencia han querido dignarse de conceder a mi humilde corazón la inmensa alegría de su presencia, concediéndome con confianza los Conocimientos de Sus Volumétricas Corduras y de Sus Personales Deidades, elevando cada vez más mi Alma, mi corazón y mi moral hacia una, cada vez más, encendida Llama de Fe indestructible.

Ahora, ya nada me podrá sorprender; nada podrá causarme amargura; nada podrá turbar le Eterna Armonía y la viva felicidad que la Verdad ha edificado en mi Espíritu, en mi Alma y en mi Corazón.
Ahora, serán los futuros eventos, aquellos eventos que ninguna razón humana podrá jamás desmentir, los que os confirmarán todo cuanto yo tuve, sinceramente, que deciros por Amor a la Verdad y por Santa Obediencia.

Si hubiera ignorado la Verdad que he vivido, si no hubiera sentido la Potencia penetrante del Crístico Amor; si no hubiera visto lo que a mis ojos les ha sido concedido de ver y si no hubiera escuchado lo que a mis oídos les ha sido dado escuchar, no habría expuesto mi vida a la burla de los escépticos, al escarnio de los contrarios; no habría doblado la espalda a los duros de cuello ni habría sentido tanta Fraterna Solercia por la suertes de esta dolorosa humanidad, por los afligidos, por los débiles y por los sedientos de justicia.
No me habría privado de reposo; no habría pasado noches en blanco, ni habría evitado la Letizia que la vida ofrece a los mortales de este mundo; no habría quitado nada al limitado bienestar del sudado trabajo, ni me habría quitado el Pan de la boca para transmutar su valor en carta, en sellos y todo aquello necesario para una obra tan grande.
¡No habría hecho nada de cuanto he hecho, justamente nada!
Habría hecho el perro mudo; habría callado como muchos han hecho y hacen con frialdad de mente y de corazón.
Si yo fuera como ellos habría callado también yo.
¡Pero no! ¡No tengo dudas! ¡No podía hacerlo!

La Llama de la Verdad ha abrasado dentro de mi pecho y he obedecido sin mínimamente pensar hacia lo que podía ir al encuentro.
He revelado todo cuanto he vivido y ahora más que nunca de ello conozco el porqué.
Lo he hecho por una innata veneración a la Verdad, al Padre Creador, a Cristo, al Pulsante y gran Corazón de todas las Almas anhelantes de Paz, de Justicia y de Amor.
Ha sido y es la Realidad de la Llama Crística y del Amor a la Verdad del tiempo de todos lo tiempos que me ha concedido tanto coraje y junto a esto tanta humildad de sacrificio y tanta Fe.

Ahora es veraz y así será por siempre en la Tierra y en el Cielo, mi incondicional veneración por AQUEL que vive en Purísimo Espíritu y que está incluso en la semilla de cada cosa, en el corazón de cada criatura, en la Luz de cada Planeta, en el Esplendor Edificativo de todos los Soles, en la Inmensa Armonía de los Universos, en todo, en todo aquello que vive en ÉL y por ÉL siempre en Eterno.

Afirmo en Verdad y Amor, amo infinitamente en mí, en el prójimo mío y en todas las Almas que fueron, son y serán, esta Suya Realidad que no podrá jamás, jamás morir.


Eugenio Siragusa  




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