CARTA DE DESPEDIDA A LOS ESTUDIOSOS.
ES VERDAD QUE POR AMOR A
LA VERDAD ES NECESARIO SABER SOPORTAR Y SUFRIR SILENCIOSAMENTE, CON EXTREMO
CORAJE Y CON TANTO INFINITO AMOR.
En estos años, por Amor a una de las más grandes verdades de nuestro tiempo, he
soportado y sufrido silenciosamente con un coraje, con un Amor y con una Fe que
no han conocido ni obstáculos ni condiciones.
Así lo he hecho, porque la Verdad que benignamente
el Tiempo y los Cielos me han concedido y materialmente revelado, merecía y
siempre merece el más grande de todos los sacrificios.
En verdad, la lucha ha sido docente, titánica con
durisimos esfuerzos morales y materiales, pero mi Alma ha sido siempre, en cada caso particular, aconsejada,
socorrida, vivificada y consolada por un Amor que pocos hombres sobre la Tierra
han tenido el privilegio de sentir y apreciar su Valor y su Importancia.
He hecho lo que humanamente era posible hacer, con
pureza de animo y sinceridad de corazón,
sin pedir nada y sin formalidad de ningún tipo.
Las Almas Pías, Justas y Generosas son mis
testigos ante el Juicio de Dios.
He tenido cercanos también a aquellos que son más
queridos a mi corazón, sin contar los sutiles enemigos tentadores; pero en
compensación de tanta adversidad, he tenido constantemente a mi lado la
inconmensurable prodigiosa Consolación del Amor de Dios, de Sus Ángeles y de
Almas queridas que me han creído y juntos luchado y sufrido por esta Verdad.
Los
Hermanos de la Crística Conciencia
han querido dignarse de conceder a mi humilde corazón la inmensa alegría de su
presencia, concediéndome con confianza los Conocimientos de Sus Volumétricas
Corduras y de Sus Personales Deidades, elevando cada vez más mi Alma, mi
corazón y mi moral hacia una, cada vez más, encendida Llama de Fe
indestructible.
Ahora, ya nada me podrá sorprender; nada podrá
causarme amargura; nada podrá turbar le Eterna Armonía y la viva felicidad que
la Verdad ha edificado en mi Espíritu, en mi Alma y en mi Corazón.
Ahora, serán los futuros eventos, aquellos eventos
que ninguna razón humana podrá jamás desmentir, los que os confirmarán todo
cuanto yo tuve, sinceramente, que deciros por Amor a la Verdad y por Santa
Obediencia.
Si hubiera ignorado la Verdad que he vivido, si no
hubiera sentido la Potencia penetrante del Crístico Amor; si no hubiera visto
lo que a mis ojos les ha sido concedido de ver y si no hubiera escuchado lo que
a mis oídos les ha sido dado escuchar, no habría expuesto mi vida a la burla de
los escépticos, al escarnio de los contrarios; no habría doblado la espalda a
los duros de cuello ni habría sentido tanta Fraterna Solercia por la suertes de
esta dolorosa humanidad, por los afligidos, por los débiles y por los sedientos
de justicia.
No me habría privado de reposo; no habría pasado
noches en blanco, ni habría evitado la Letizia que la vida ofrece a los
mortales de este mundo; no habría quitado nada al limitado bienestar del sudado
trabajo, ni me habría quitado el Pan de la boca para transmutar su valor en
carta, en sellos y todo aquello necesario para una obra tan grande.
¡No habría hecho nada de cuanto he hecho,
justamente nada!
Habría hecho el perro mudo; habría callado como muchos han hecho y hacen con frialdad
de mente y de corazón.
Si yo fuera como ellos habría callado también yo.
¡Pero no! ¡No tengo dudas! ¡No podía hacerlo!
La Llama de la Verdad ha abrasado dentro de mi
pecho y he obedecido sin mínimamente pensar hacia lo que podía ir al encuentro.
He revelado todo cuanto he vivido y ahora más que
nunca de ello conozco el porqué.
Lo he hecho por una innata veneración a la Verdad,
al Padre Creador, a Cristo, al Pulsante y gran Corazón de todas las Almas
anhelantes de Paz, de Justicia y de Amor.
Ha sido
y es la Realidad de la Llama Crística y del Amor a la Verdad del tiempo de
todos lo tiempos que me ha concedido tanto coraje y junto a esto tanta humildad
de sacrificio y tanta Fe.
Ahora es veraz y así será por siempre en la Tierra
y en el Cielo, mi incondicional veneración por AQUEL que vive en Purísimo Espíritu y que está incluso en la
semilla de cada cosa, en el corazón de cada criatura, en la Luz de cada
Planeta, en el Esplendor Edificativo de todos los Soles, en la Inmensa Armonía
de los Universos, en todo, en todo aquello que vive en ÉL y por ÉL siempre en
Eterno.
Afirmo en Verdad y Amor, amo infinitamente en mí,
en el prójimo mío y en todas las Almas que fueron, son y serán, esta Suya
Realidad que no podrá jamás, jamás morir.
Eugenio Siragusa
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